viernes, 27 de noviembre de 2009

El niño y la tormenta

Me parece verte emulando aquel personaje de animación. El lado infantil y entrañable de aquel ser compuesto por capas y más capas. Quizás el más sincero de todos tus “yo” y justo aquel que solía gustarme. Los otros no me interesaban, creo que eran resultado de años de forjar una identidad fingida para demostrarle al mundo lo poco capaz que eras de afrontar el sufrimiento. A pesar que creer que demostrar dureza podía no ser en vano, en realidad no lo era, en algo tenias razón. Pero creo que era el coeficiente que necesitaba aquella ecuación para que la entropía solo aumentara cada vez más e irreversiblemente avanzara en su infernal proceso. Como debería de ser, según las leyes. ¿Qué leyes? ¿Existen leyes para definir el actuar de una persona? Por adición: ¿Existen leyes que puedan definir como dos personas puedan llegar a interactuar? Ni idea, pero no creo que las cosas sean tan previsibles, lo aprendí de la peor manera concebible, pero esa sentencia no se equivoca en lo absoluto.
Aprendí a observarte, a estudiar tu comportamiento y a quizás creerme capaz de prevenir tus reacciones, muchas veces gane en el diagnostico. Como mi gran ego solía demostrarme, pero al final de cuentas termine cometiendo un gran error… error que quizás podría demostrar mi ineptitud para darme cuenta de problemas de mayor nivel. Porque nunca se puede subestimar al adversario, si es que a este se lo puede considerar como tal. Cuando los problemas van adquiriendo una dimensión mayor, puede ser que haya un desencadenante que valla atando pequeños cabos para develar cierto “misterio”. Por el contrario la amenaza se mantuvo silenciosa por un tiempo razonable, para aprovecharse de la situación y plantearse de una forma violenta y repentina. Y como era de esperar, esta terminaría el trabajo que silenciosamente había iniciado.
Ya sabes el final, nadie más que vos sabe cómo se develo el misterio, de todos modos siempre me quedo la duda de que conociendo al niño que aun juega en la oscuridad de su habitación ¿cómo es posible que no hayas sabido ver la luz tras la tormenta de arena? No insistí ante la derrota, tampoco me creo capaz de volver sobre lo que ya fue finalizado. Lo que mi voz no ha sido capaz de reprenderte, estoy segura que se encargara tu consciencia de hacértelo recordar…