Aprendí a observarte, a estudiar tu comportamiento y a quizás creerme capaz de prevenir tus reacciones, muchas veces gane en el diagnostico. Como mi gran ego solía demostrarme, pero al final de cuentas termine cometiendo un gran error… error que quizás podría demostrar mi ineptitud para darme cuenta de problemas de mayor nivel. Porque nunca se puede subestimar al adversario, si es que a este se lo puede considerar como tal. Cuando los problemas van adquiriendo una dimensión mayor, puede ser que haya un desencadenante que valla atando pequeños cabos para develar cierto “misterio”. Por el contrario la amenaza se mantuvo silenciosa por un tiempo razonable, para aprovecharse de la situación y plantearse de una forma violenta y repentina. Y como era de esperar, esta terminaría el trabajo que silenciosamente había iniciado.
Ya sabes el final, nadie más que vos sabe cómo se develo el misterio, de todos modos siempre me quedo la duda de que conociendo al niño que aun juega en la oscuridad de su habitación ¿cómo es posible que no hayas sabido ver la luz tras la tormenta de arena? No insistí ante la derrota, tampoco me creo capaz de volver sobre lo que ya fue finalizado. Lo que mi voz no ha sido capaz de reprenderte, estoy segura que se encargara tu consciencia de hacértelo recordar…
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